https://www.youtube.com/watch?v=pVzs-W1Wk50 Carnegie había dormido únicamente gracias al efecto de la morfina intravenosa, como venía siendo habitual en las sombrías últimas semanas desde la misteriosa desaparición de su familia. Había pasado la tarde anterior poniendo en movimiento la extensa red de informadores en la que se habían convertido los paper boys que mantenía, una elegante forma de referirse a aquel atajo de huérfanos y pordioseros que no dudarían en apuñalarle por unos peniques. Después se había encargado de revisar la impresión del próximo número, que dedicaba bastantes páginas al jubileo de oro de la reina Victoria que iba celebrarse en los próximos meses. Charles Alfred Cooper, el editor, siempre decía que eran la clase de noticias que vendían miles de ejemplares y que interesaban tanto a plebeyos como a aristócratas y burgueses. La gente común cerraba los ojos ante la miseria y el hambre rampante que se extendían por todas las ciudades del Imperio, mientras distraía su atención con aquella endiosada monarca. Inglaterra prevalece. Cerca del mediodía Carnegie despertó en plena resaca, la morfina dejaba en él un estado de humor insoportable y una diarrea galopante, no fue una sorpresa levantarse cubierto literalmente de mierda. Tras una ducha recordó vagamente el encuentro del día anterior con Lady Lynch y buscó a Michael, uno de aquellos niñatos de rostro tiznado, el chaval había conseguido resultados. -Una de las niñas de Roxanne sabe algo, milord, no tardará en llegar. El nombre de la mujer de piel negra produjo un violento escalofrío que recorrió la espalda del burgués. Roxanne era una personalidad a tener en cuenta en el submundo escocés y su talante caprichoso la volvía impredecible. Probablemente la ex esclava les vendiera una valiosa información, por un alto precio, claro. Cuando Lord Dawson se adentró en el Leith, aún aturdido y algo conmocionado por lo que había descubierto, su carruaje atrajo rápidamente la mirada del enjambre de marinos, estibadores y enfermos que plagaban aquel infecto barrio portuario. La calesa atravesó velozmente las calles embarradas, donde la humedad salada del gélido atlántico se metía en los finos de huesos de sus empobrecidos habitantes. Wachtower espoleó los caballos haciendo restallar violentamente las riendas con el típico chasquido líquido del cuero contra el aire. En las calles los chicos vendían el alquitranado papel impreso al precio de dos peniques, que incluía su reducida comisión, se acercaron rápidamente a echar un vistazo al carruaje una vez se detuvo frente al letrero que en letras románicas leía The Scotsman. Aquel sucio cartel verde y amarillo era el único atisbo de prosperidad en aquel distrito, era evidente que Carnegie había antepuesto el espacio, pues todo el edificio le pertenecía, así como un amplio almacén que Dios sabe qué utilidad tendría. El Lord entró cojeando en la redacción, agradecido de dejar tras de sí el olor a mugre y la humedad que destrozaba sus rodillas, el anciano Perceval tuvo que quedarse protegiendo el carruaje en la calle de los rateros y malentes. El interior del edificio era un cúmulo de despachos laberínticos de madera antigua y podrida, uno de los paperboys más avispados le condujo hasta Carnegie por el discreto precio de un penique. Su despacho era lamentable, pero más deplorable era el aspecto insomne y desmejorado del periodista, su mirada vacía y pelo enmarañado no daban la bienvenida, precisamente. Tras él un cuadro mostraba el lema del periódico: Imparcial, firme e independiente. Una sentencia bastante irónica, según le parecía al escéptico Lord Dawson. Spoiler: Alice puede entrar en escena en cualquier momento, llegando con Michael. “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos” Epícteto. |
https://www.youtube.com/watch?v=xNDiPhVVrZ8 Un siniestro circo se alzaba entre las nieblas del Princess Garden. Era de noche y el frío y la humedad le helaban los huesos, tenía la ropa prácticamente calada y los mechones de pelo caían sobre su rostro apelmazados, sin embargo, su aliento no formaba el característico vapor que exhalaban los cuerpos calientes. Alice se acercó discretamente a las caravanas, estaba casi todo preparado y parecía que ensayaban algo. Entre risas y gritos que parecían salir de las caravanas se escuchaba algo de movimiento, algo que rebuscaba entre las partes todavía sin montar del circo. El olor era nauseabundo, como de pescado podrido, y eso era mucho decir para una huérfana de las calles de Edimburgo, un sabor dulzón se hizo de notar en la boca de la niña y una sensación obnubilante penetró en su mente, un estallido de luces, humo de color y una mezcla de olores aparecidos de la nada consiguieron confundir sus sentidos. Se agarró como pudo a una de las telas que cubrían las caravanas mientras poco a poco su cuerpo decidía escurrirse hacia atrás sin poder remediarlo. En su caída, pudo ver una figura humanoide encorvada, enjuta y deforme con la cabeza similar a la de un sapo, sus ojos eran cada uno de un color y los dientes afilados dibujaban una sonrisa delirante. Se despertó sofocadamente en su cuarto, el sudor que se había formado en su nuca humedecía su pelo y le erizaba la piel. Había sido un sueño, se sentía ambivalente respecto a las sensaciones que se habían despertado en ella y se preguntaba porqué había sido un sueño tan vivido. Cuando alzó la vista Roxanne estaba ahí, en su silla, despierta, velando por ella y sus hermanos. Una gotera hacía acto de presencia al derramarse sobre un cubo de metal. El Smoke & Mirrors era sin duda un antro para sus moradores y una casa de placer para sus invitados sin embargo, no lo cambiaría por nada. Se acercó a Roxanne y se abrazaron, Alice sentía un gran afecto por ella. Estuvieron hablando y finalmente le contó su sueño, Roxanne no le dio importancia. Finalmente la meretriz le hizo un encargo, esta vez debía venderle la información a un desconocido, un tipo de la prensa. |
William Howard Carnegie Propietario del Periodico de The Scotsman The Dead South - In Hell I'll Be In Good Company: https://www.youtube.com/watch?v=B9FzVhw8_bYLa ducha había sido refrescante y ponerse una muda limpia, se agradecía. Pero su aspecto parecía demacrado, abatido, probablemente ya se encontraba mucho más cerca de tocar fondo de lo que creía. EL periodista, se sentó en su escritorio y se quedó mirando una foto de su familia, inconscientemente su mano agarro el revólver, quizás se habría volado la tapa de los sesos en ese instante, sino fuera porque uno de sus niños perdidos apareció por la puerta. Carnegie miro al joven Michael, en cierta manera le recordaba un poco a su propio hijo, claro que este era algo más mayor, el muchacho debía estar cerca de los 13 años no era el más mayor de su red de informadores, pero parecía más avispado que la mayoría de esa basura callejera que le servía para sus propósitos, quizás era el decaimiento que le proporcionaba la ausencia de su familia, o quizás era un poco de esa vulnerabilidad que se le estaba abriendo paso poco a poco, una flaqueza que era muy peligrosa para en su negocio, pero surgió un sentimiento extraño para él, que más adelante calificaría como paternalista, quizás poco a poco ese muchacho ambicioso se abriría paso en su organización pero de momento aún tenía muchas botas que lamer. El hampón gruño satisfecho y le lanzo una moneda de 5 peniques, no era normal que le diera tanto, quizás otra muestra de debilidad, pero realmente estaba satisfecho, al fin una buena noticia, aunque viniendo de Roxanne seguramente esta no sería barata, pero si era información de su familia con gusto pagaría lo que le pidiese, aunque probablemente fuesen noticias de la misteriosa dama que conoció la otra noche, su instinto le decía que esa dama no auguraba nada bueno, su encargo seguramente solo le traería problemas, en esta sociedad traicionera de la que formaba parte, aún estaba por ver si esa dama cumpliría su parte del trato, pero en la desconfianza innata de Carnegie estaba seguro esa mujer solo le traería complicaciones. El abogado observo que el muchacho permanecía incrédulo observando la moneda maldición Michael, ¿Porque sigues ahí pasmado? Tráeme a esa niña en cuanto llegue- respondió con su tono lúgubre acostumbrado. Tenía carraspera y la voz seca. Pensó en si debía comer algo, pero no creía que sus tripas pudieran retener nada sólido, quizás más tarde. Fue hasta el mueble y se sirvió un trago de Whisky con agua para espantar esa maldita jaqueca, mucho mejor ahora. Recogió de la mesa la morfina sobrante, guardo la aguja y el inyector todo en una carterita de cuero para reutilizarlo más adelante, y se lo metió en el bolsillo de su chaqueta, probablemente necesitaría dentro de poco encontrar más dosis, sin esa porquería ya no podía siquiera conciliar el sueño. Abrió uno de los cajones del escritorio y saco una libreta y una pluma y su billetera. Después se dejó caer en la silla del despacho abatido mientras trataba de distraer la mente leyendo su periódico, y el de la competencia más directa, para analizar sus aciertos y sus fallos. No siempre estaba de acuerdo con su editor jefe, pero Mr. Cooper, tenía muchos años de experiencia y confiable plenamente en sus decisiones, leyó la noticia de la reina Victoria y su jubileo de oro. Inglaterra prevalece. Pensó con su cinismo habitual. Edimburgo se hundía en las cloacas, la gente moría de frio y de hambre, pero noticias como esa llenaba de esperanza a esta sociedad enferma e hipócrita. En ese momento recordó un añadido que mando poner en la última página, apenas eran 2 párrafos, se ofrece recompensa 100 libras a quien traiga con vida a la familia Carnegie. Con una fotografía. Realmente esperaba que una cifra tan escandalosa, incitara la traición de alguno de los secuaces que hayan participado en su secuestro. Y por otra parte mandarle un mensaje al secuestrador, que mi familia valía mucho más viva que muerta. En ese momento escucho acercarse a Lord Dawson con su cojera habitual por los pasillos. For Beatrice: "When we met, my live began. Soon afterward, yours ended." |
William Howard Carnegie Propietario del Periodico de The Scotsman Sociopath by Collin DeJoseph https://www.youtube.com/watch?v=VagES3pxttQMr. Carnegie observo a la pareja entrar en su modesto despacho. El porte regio de Lord Dawson dejaba claro su posición, en cierta medida el abogado se sentía muy honrado que alguien de su categoría se dejara ver por sus precarias instalaciones, sin duda, su presencia originaria cuchicheos y rumores favorables a su causa. El aspecto desmejorado del gánster era tal y como había expresado el joven aristócrata: deplorable, la falta de un afeitado, su tez pálida, las ojeras, por no hablar de la camisa arrugada y sin almidonar dejaban en claro cuan imprescindible era su esposa en su día a día, casi ofrecía la impresión de estar desvalido, sin rumbo, tan solo la mirada del hampón dejaba entrever una astucia e inteligencia letal para sus adversarios tan solo ligeramente enturbiada por los excesos del láudano y del licor. De ser otro el que se hubiese tomado la libertad de hablarle así, probablemente habría terminado colgado de los pulgares una semana, o peor aún, dentro de un barril con piedras en el fondo del rio. Pero el brillante pianista, era lo más cercano a un amigo que tenía, además su posición más elevada le concedía ese privilegio. El tono sarcástico de Lord Dawson logro sacarle una mueca divertida, sus comentarios cargados de ácido y veneno hacia su estilo de vida y la explotación infantil, consiguieron sacarle la primera sonrisa en semanas. Mr. Carnegie no era ajeno a algunos rumores y comentarios que circulaban por los mentideros, que como Lord Dawson hacían alusión a los niños, a su explotación y un largo etcétera, era algo que ciertos círculos veían mal. Pero esto no hacía más que denostar la frágil doble moral de la sociedad victoriana, que por un lado permitía a los niños trabajar en las peligrosas minas de carbón del este de Glasgow y Fife... pero a él le daba una fachada de empresario cruel que se aprovechaba de una mano de obra barata. Lo que quizás el aristócrata desconocía al igual que muchos, que gracias a él muchos de esos huérfanos tenían un sitio donde dormir, podían comer y llevar un poco de pan duro a sus familias. William estaba muy lejos de ser un filántropo o un altruista, pero, ¿Acaso estaba tan mal que él también se beneficiase un poco, logrando información y mejorando sus ventas diarias de su ejemplar del periódico? Pero no sería él, el que les quitara ese prejuicio hacia su persona, después de todo la reputación de un hombre era su carta de presentación, y Mr. Carnegie, se había hecho con el control del puerto no gracias a su caridad precisamente. El empresario, pese a su estado, se levantó para recibir a Lord Dawson, tal y como su posición se lo exigía. El mundo podía derrumbarse a su alrededor, pero la falta de etiqueta sería algo imperdonable para él. Después de todo si el exigía a todo el mundo a su alrededor una férrea disciplina, lo mínimo era exigirse lo mismo a el mismo. Inglaterra Prevalece se repitió para sus adentros. El hampón le ofreció uno de los asientos al joven Lord y le ofreció un vaso de su mejor whisky. Le ofreció un asiento a la dama que le acompañaba, pero ella le ignoro, obedeciendo a su amo permaneció junto a la puerta cerrada. En cierta medida, esa mujer lograba incomodarle, no comprendía como alguien de la categoría del joven noble, podía permitir que una dama se convirtiese en una mujer de armas, ¿acaso el mundo se estaba volviendo loco o la enfermedad del aristócrata comenzaba a afectarle a la mente? Las mujeres tenían su papel, y ese no era el de ser guardaespaldas. A Carnegie se le ocurrían miles de usos mucho más apropiados para esa fulana. Pero se guardó su comentario. Mientras se atusaba el bigote, Carnegie, escuchaba en su habitual sombrío silencio a su amigo desde su asiento. Su instinto barriobajero le advertía que el encargo de Lady Lynch les iba a causar muchos más problemas que beneficios, pero como negarse ante la petición de una mujer de su categoría. Pero las palabras de Lord Dawson, en cierta medida le causaban cierta desazón no entendía muy bien que acciones habían hecho que su interlocutor sufriera esa frustración, ¿sería apropiado dejar de lado su propia investigación y enfocarse en lograr esclarecer la desaparición de la hija de la baronesa? - Comprendo su frustración Lord Dawson, a mi esa dama me ha causado mala espina desde el momento que la vi, no auguro nada bueno si continuamos intentando esclarecer su encargo. Pero no sería apropiado desoír la petición de ayuda de una colega arcanista y menos aún de una Dama de su posición Sus palabras reflejaban su habitual hosquedad pero dejaban entrever que también se encontraba molesto por lo que decía el noble, de tener razón su amigo y que todo no fuese más que una broma de mal gusto, ni todo el oro de las arcas de la Reina Victoria podrían mantenerla a salvo de su ira y venganza- Pero su visita es muy oportuna, me alegro que haya venido, en breve recibiré cierta información de uno de mis aliados, no creo que tarde en llegar consulto su reloj de bolsillo, dejando entrever cierta impaciencia, no era alguien al que le guste que le hagan esperar demasiado- Mientras tanto, cuéntemelo todo Lord Dawson, y veré si puedo ayudarle a esclarecer el misterio que le preocupa. - le invito a continuar hablando sobre sus peripecias- Offrol: Escrito originalmente por @Zicken Offrol: Me he tomado la licencia de manejar un pelín al chico, espero que no os importe. Por mi parte ningun problema. For Beatrice: "When we met, my live began. Soon afterward, yours ended." |
https://www.youtube.com/watch?v=uk69Ofr8kk8 Carnegie rebuscó en un silencio incómodo entre los periódicos de los últimos meses la noticia que tenía en mente, mientras tanto una gaviota de pico serrado se posó en la ventana, masticando lentamente un pescado crudo, las palabras de Dawson aún resonaban en el aire, cargado de una tensión considerable. La niña escuchó con calma como le amenazaban, como le presionaban o trataban de intimidarla, sin mostrar ningún signo de la temerosidad habitual de los infantes, sus ojos casi parecían insinuar una sonrisa. Carnegie leyó una noticia escueta que había sido rápidamente olvidada, los asesinatos entre las clases bajas no tenían un gran interés para los lectores de The Scotsman: 12 de Octubre de 1886. "La policía ha descubierto otro extraño cadaver en las calles de Edimburgo con los ojos arrancados. La víctima, un niño de nueve años, llevaba cuatro cuchilladas en las entrañas y habían rociado su infantil cuerpo con arena. Los rumores apuntan a una figura desgarbada, desfigurada y con ropas extrañas y lejanas. Coppelius ha vuelto a matar. Dios salve su alma." Patrick Sanders. Si aquella noticia había tenido tan poca cobertura ¿Cuántos crímenes habrían sido olvidados? ¿Cuántos niños habrían sido mutilados por el despiadado Coppelius? Había algo inherentemente malvado entre las líneas del papel, era más horrible lo que se intuía que lo que podía leerse, ninguno de los presentes pudo evitar estremecerse al pensar en la fatuidad de una vida segada a tan tierna edad. Quizás Sanders supiera algo que les permitiera comprar la ayuda de la niña que les estaba chantajeando tan descaradamente. Al acabar de leer la nota, tres gaviotas más de plumas ennegrecidas habían llegado a la ventana y una cuarta saltó sobre el despacho, todas ellas se movían en sincrónico silencio, clavando unos ojos alquitranados sobre los arcanistas, olían a carroña y sal, a aceite y brea. Se trataba sin duda de un mal augurio para cualquier marinero, Alice no las miró, siquiera, y hundió su mirada sobre los dos hombres, manteniéndoles el pulso. “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos” Epícteto. |
William Howard Carnegie Propietario del Periodico de "The Scotsman" Black is the Colour by Coppeliushttps://www.youtube.com/watch?v=MILWCRskP2IMr. Carnegie observo las tres gaviotas, y la piel se le erizo. Él normalmente era escéptico a este tipo de historias y tampoco creía en los cuentos de los marineros, pues la mayoría no eran más que un conjunto de supersticiones estúpidas que carecían de sentido. Pero la aparición de las gaviotas en ese preciso instante, le hicieron intuir que formaban parte de un presagio aciago. Infame aparición que no podía ser casualidad que se diera en ese preciso instante, justo cuando esa niña piojosa exponía sus pérfidas condiciones. Pero cuando la cuarta gaviota entro en el despacho y miro fijamente al arcanista, aquello era más de lo que podía soportar. El hampón empalideció más si cabía e incluso de forma refleja se levantó abruptamente de su asiento, claramente asustado, pero trato de recobrar la compostura rápidamente, enrollo el periódico que tenía en la mano y espanto a la gaviota para que saliera del despacho y las maldijo utilizando el lenguaje más zafio, soez y chabacano que se le vino a la mente, insultos que por respeto por la niña que hay presente no volveré a reproducir, solo queda decir que las palabras exactas que empleo, habrían avergonzado al marinero más recio y vulgar de cualquier taberna portuaria. Cuando el mezquino abogado logro espantar a las gaviotas cerro la ventana y trato de ignorar la falta total de etiqueta de la que habían sido testigos los presentes. Visiblemente aliviado por alejar a esas bestias de la habitación, trato de cambiar el centro de atención enfocandose nuevamente en la niña. La niña parecía reacia a hablar, seguramente ya habría leído esa noticia y otras procedentes de otras fuentes. Miro a la niña de una forma amenazante, como aquel que no tardara en vomitar su ira. Coppelius- mascullo como tratara de recordar algo que estaba en la punta de la lengua, pero que lograba evadirse del recuerdo, su vista se perdió, mirando sin ver, ¡maldición! la flor de loto pensó está jugando con sus memoria - Cop-pe-li-us- mascullo de nuevo, pero esta vez rumiando y masticando el nombre como si eso le ayudase a recordar, pero era un esfuerzo en vano de momento. De nuevo sus ojos se clavaron en los de la niña, tenía esa mirada que tiene una mula taciturna y reacia a obedecer a su amo, por más que la fustigaran o la molieran a golpes, no daría su brazo a torcer. Pero Mr. Carnegie era un maestro de la manipulación, y sabía que incentivo darle a la pequeña para que cediese, primero intentaría que la niña se abriese un poco. Dime, pequeña vagabunda, ¿qué interés tienes en esta noticia?, ¿eran amigos tuyos?, o ¿acaso era tu hermano? Cuéntanos porque quieres averiguar lo que les haya pasado a estos infelices- inquirió, pero después añadió lo que era el incentivo para que la niña hablase Patrick Sanders, el escribió esta noticia, trabaja aquí para mí. Si eres buena chica y nos lo cuentas todo, traeré al señor Sanders y permitiré que le hagas todas las preguntas que desees. Él estuvo ahí, hablo con la policía y los testigos, estoy seguro que te podrá ayudar y dar información valiosa- hizo una pausa para que lo sopesara y añadió- Cuéntanoslo todo, y ni se te ocurra omitir la información que nos atañe, es mi última oferta, tómala o lárgate de aquí- Su tono paso de uno tono conciliador y diplomatico, para terminar con lo que era ya una amenaza velada de un malhumorado e impaciente empresario mafioso, a punto de llamar a la seguridad para que la sacaran a rastras del edificio. For Beatrice: "When we met, my live began. Soon afterward, yours ended." |
https://www.youtube.com/watch?v=oMnVp4p0ns4&list=PLDB9DD5CAAF58C95F&index=9 Les había llevado bastante tiempo cruzar las angostas calles del Leith, arrastrándose entre la marea humana de Edimburgo. Carnegie estaba hecho un manojo de nervios, oscilando entre una ira apenas contenible y una irreprimible impaciencia, ajeno a la bandada de gaviotas que les seguía de tejado en tejado, vigilantes carroñeras que llenaban sus ennegrecidos picos de entrañas de pescado. Sentía la esperanza de ver a su esposa por vez primera en tres semanas, al fin alguien había arrojado algo de luz al asunto. Alice se movía entre el gentío con fluidez, con la maestría de quien podría caminar con los ojos cerrados, era Dawson quien les lastraba, sus doloridas piernas le hacían caminar trabajosamente, Wachtower y Irons se esforzaban por cargar con el extenuado aristócrata. Tras casi una hora caminando esforzadamente, la niña se detuvo, el viejo Wachtower se desplomó pálido y sudoroso, habían llegado a un fétido callejón del arrabal, las paredes de piedra negra estaban cubiertas de hollín, mierda y orina, unas escaleras descendían a la oscuridad. Allí, oculta y olvidada, se escondía una entrada a la ciudad subterránea, los kilómetros y kilómetros de túneles que habían sido sepultados, distritos enteros que la peste había devastado y que sus contemporáneos habían esquivado emparedando a sus habitantes. Desde hacía siglos, aquel lugar era el hogar de contrabandistas y criminales, Carnegie sabía que allí abajo su influencia menguaba, ni todo su ejército podría salvarle de una puñalada en las tinieblas. Aún peor, en el momento en que descendieran, estaban a merced de la niña, los túneles eran traicioneros, trampas infectas en las que era fácil perderse. Alice les observaba quedamente, acariciando aquellos botones ensangrentados, marcando con un poco de arena la entrada. “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos” Epícteto. |
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